Desde la Residencia sostenemos la supervisión desde distintos enfoques teóricos. ¡Te invitamos a que los conozcas!

Uno de los pilares fundamentales de la formación del psicólogo está constituido por la supervisión clínica. Se considera indispensable la supervisión en diferentes niveles: Por un lado, como modo de pensar la dirección del tratamiento de los casos clínicos con los que se trabaja, ayudando a conceptualizar el trabajo y el enfoque que se dará a las intervenciones. Asimismo, las supervisiones son claves para pensar el vínculo terapéutico y cómo ciertos esquemas del terapeuta pueden ser activados en sesión obstaculizando el trabajo a producir en ese espacio, trabajando en las mismas, vicisitudes del vínculo o contratransferenciales. A su vez la supervisión tiene una particular relevancia en cuanto al cuidado del terapeuta (situaciones vinculadas al burn out o desgaste profesional y personal). Por otro lado, a través de las supervisiones se aprende un modelo de trabajo, se desarrolla un estilo personal del terapeuta, y es lo que en definitiva nos lleva a realizar intervenciones más eficientes y eficaces en el desarrollo de nuestro trabajo como psicoterapeutas en el sistema de salud en el cual nos vemos inmersos.

Por lo tanto, desde la residencia se garantiza que los residentes de los cuatro años cuenten con dicha instancia de formación. Dentro de la cartera de supervisores que se ha conseguido construir se encuentra la posibilidad de acudir a supervisores de distintas orientaciones teóricas según el interés del residente y las características propias de una residencia inclusiva. Las supervisiones serán gestionadas por el jefe de residentes a través de: contacto con supervisores; organización de fechas y horarios, lugar, frecuencia y modalidad. Se favorecerán espacios de supervisión grupal e individual, pautadas mensualmente y a demanda.